Parece que soplan vientos de exuberancia, se valora el disponer de un gran capital de atributos sexuales; gran estatura, grandes penes y enormes pechos. Ahora bien, como en el resto de ámbitos de la vida, la frontera entre lo sublime y lo ridículo es estrecha, y algunos la cruzan con facilidad. Especialmente en el caso de los atributos «modificables» como los pechos y las no menos penosas intervenciones y patéticas maniobras de alargamiento de pene. ¿No le estaremos dando mucha importancia lo exterior y poca al interior?