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La red cerebral de las emociones

Archivado en:
medicina, salud
Actualizado 19-02-2008 00:18 CET

El hombre es el único animal que disfruta de la consciencia de la experiencia emocional, lo que le proporciona capacidad para modularla, reprimirla o expresarla. Los sentimientos y emociones constituyen un poderoso motor de la conducta humana.

Se ha logrado estimular mediante corriente eléctrica la furia o el afecto, el apetito o la inapetencia y determinar la parte del cerebro donde ha de aplicarse el estímulo. Han descubierto que en una zona concreta del cerebro radica el “centro cerebral del placer” y ha observado incrédulos cómo una rata vuelve reiteradamente a recibir su shock eléctrico una y otra vez al estimulársele mediante corriente dicho centro. Igual ocurre con los “centros cerebrales del dolor”, puntos donde una descarga produce un dolor muy agudo o reacciones de miedo o pánico.

Estas son algunas de las experimentaciones que se han llevado a cabo en el terreno de la neurobiología de las emociones, encargada de establecer la relación entre la función cerebral y las emociones. La biotecnología médica actual permite penetrar en lo más profundo del cerebro y comprobar qué fenómenos emocionales son producto de una reacción electroquímica en algún punto de la compleja red de interconexiones del cerebro.

El estímulo forma una impresión en la mente que en seguida se combina con impresiones pasadas y se incorpora a nuestra memoria, formando así el cuerpo de nuestra experiencia. De esta manera, nuestro comportamiento está marcado por la combinación de nuevas impresiones con el recuerdo de experiencias pasadas.

Sin embargo, la falta de precisión de la estimulación eléctrica (el error de un milímetro en la zona de aplicación puede provocar una emoción totalmente distinta a la que se pretende investigar) ha permitido el desarrollo de las “técnicas de estimulación química”. Dichas técnicas consisten en la inyección de diversas substancias químicas que estimulan determinados circuitos de las redes neurales del cerebro para producir diferentes respuestas emocionales.

La estimulación química se ha puesto en práctica para el estudio de los efectos de las drogas adictivas sobre el “circuito de recompensa del cerebro”. Tras una serie de estudios se ha podido observar que los animales de experimentación adoptaban patrones de conducta en el uso de fármacos muy parecidos a los humanos. Los animales aprenden con rapidez a mover una palanca para recibir inyecciones intravenosas de opiáceos, barbitúricos, alcohol, cocaína e incluso cafeína. La causa de tales comportamientos radica en las endorfinas, sustancias endógenas que actúan como neurotransmisores y que tienen diferentes receptores distribuidos a lo largo del cerebro.

En base a los experimentos realizados, se ha llegado a la conclusión de que aquellos individuos dotados genéticamente con bajas concentraciones de endorfinas presentan una mayor vulnerabilidad emocional  y, por tanto, están más expuestos al desarrollo de alcoholismo y otras adicciones.

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