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Ikea, la explotación que viene del frío

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economia, empresa
Actualizado 21-02-2008 00:20 CET

Es posible que estés pensando la poco recomendable idea de renovar la decoración de tu casa y que, atrapado por las redes intangibles de la publicidad, tengas decidido acudir a ese megaexpositor de artilugios para el hogar que responde al nombre de IKEA.  Tal vez te interese entonces echar un vistazo al libro “Ikea t’estima: un model per desmontar”, de Bailly, Oliver y Caudron, Jean-Marc, antes de dejarte allí una pasta sin conocer la procedencia de lo que compras.

Logotipo de IKEA

En 2006, tras hacerse públicos varios reportajes televisivos  en la cadena sueca SVT, donde se muestran niños trabajando para subcontratistas de IKEA en India, Vietnam, Filipinas o Pakistán (donde incluso se les encadenaba a las máquinas), la firma sueca creó un código de conducta cuya puesta en práctica es más que dudosa. Porque la explotación laboral de la cadena de la familia Kamprad se extiende no sólo por los países productores del Tercer Mundo, sino también con los trabajadores del Primero.

Los autores manifiestan que la compañía sueca representa como nadie las características más negativas asociadas al neocapitalismo: explotación laboral, destrucción del medio ambiente y embotamiento del espíritu de la población.

La explotación laboral

En este apartado no pueden ser más tajantes, cuando explican que los empleados de las 1.300 subcontratas que facturan a IKEA tienen prohibido el derecho a la sindicación y trabajan una media de 15 horas al día (de 8 de la mañana a 11 de la noche), sin contar las horas extras y el horario nocturno habituales cuando se aproximan los plazos de entrega de los pedidos. Tan cruda es la situación, que los obreros que viven lejos de las fábricas duermen directamente en sus puestos de trabajo y no perder tiempo en desplazamientos que les serían descontados del sueldo. Además, los gastos de seguridad médica corren por cuenta del salario de 36 euros mensuales de cada trabajador.

En occidente, Ikea ha destacado por el fomento del trabajo precario en jóvenes y estudiantes y también rompiendo huelgas, como ocurrió en Bélgica, donde regalaba un bono de compra en una tienda de electrodomésticos a cada empleado que permanecía en su puesto de trabajo el día de la huelga. Además, se han hecho públicas varias circulares internas de claro contenido discriminatorio y xenófobo.

Destrucción del medio ambiente

Ikea se ha visto salpicada por varios escándalos en Dinamarca y Alemania (1997) por la detección de formaldehido y otras sustancias tóxicas en sus productos. El origen de la madera que se utiliza para la obtención de sus productos sigue siendo, en muchos casos, de procedencia dudosa y presuntamente talada sin ningún control en los bosques de Rusia o China. Sólo en 2005 se calcula que esta madera alcanzaba los 664.000 metros cúbicos.

Esta voracidad de la multinacional sueca se retroalimenta con su estrategia comercial, ya que ninguno de sus productos está diseñado para durar más de dos temporadas y, en caso de que lo consiga, su maquinaria publicitaria tratará de convencerte de lo contrario, ya que se jactan de haber convertido el mueble en producto de consumo, anulando el valor patrimonial tradicional del mismo.

Embotamiento del espíritu de la población

La progresiva extensión del diseño IKEA uniformiza los interiores de los hogares, narcotiza la creatividad de los diseñadores y elimina progresivamente las particularidades culturales de cada nación, un patrimonio que era garantía de diversidad. Y todo esto cuando IKEA ni siquiera representa al diseño sueco, sino al suyo propio, al de IKEA, que pretende crear un mundo a su imagen y semejanza sin importarles las consecuencias funestas para el medio ambiente y el bolsillo depauperado de los hogares europeos. Todo ello amartillado con constancia por una publicidad agresiva que promueve el consumo irracional.

 Fuente: InSurGente

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