Emancipados sin Internet y padres liberados con modem florero.

Como tantos otros en casa de mis padres tenía Internet y ahora en mi propia casa no. No soy el único, también mi amigo Óscar, o Carlos, o Sara y Sergio, o un desconocido Cateto de Zapatillas Baratas. Mis padres siguen sin saber usar el ordenador, claro.

Con la crisis de la vivienda, digo de la vivienda y no de la construcción, que ésta viene ahora, esa que ha hecho que en los últimos años los jóvenes jóvenes nos hayamos hecho viejos jóvenes en casa de nuestros padres. Y cuando nos hemos autonomizado del hogar materno, y digo autonomizado no independizado, lo hemos hecho forma precaria y auxiliada por ellos, compartiendo o no, pero con hipotecas y alquileres, altos o muy altos. Así sobran líneas de teléfono fijo, y sobra Internet, y sobran muebles para toda la vida y sobran proyectos de bebés... tenemos móviles, bibliotecas, locales de 1/2 euro por 1/2 hora de conexión y casa de los padres dónde quedó el ordenador y la línea a Internet y la familia. O incluso en la oficina, ¿por qué no decirlo?

Con la restricción de gasto pues no puede ser, ni línea fija ni menos Internet. Si lo necesito voy a la biblioteca con el portátil rara vez, o bajo al paquistaní (o será indio) que alquila teléfono e Internet, me conecto en la oficina o aprovecho la visita a casa de mis padres. Aún está mi hermano que sabrá usarlo pero mis padres por desgracia no saben usarlo y no lo aprovechan. Así que debe haber unas cuantas casas así, donde los padres se han quedado teóricamente conectados pero no en la práctica. Son las cosas de la estadística, una media de un pollo por cabeza, o un conejo señor presidente, pueden describir una realidad en la que uno tenga todo dos pollos y otro ninguno.

Así que habría que revisar las estadísticas de hogares conectados en España, donde ya estábamos a la cola de la OCDE, porque ahora faltaría ver si las conexiones domésticas son aprovechadas o el modem es un recurso estético del siglo XXI.

B.S.O.