Continuación de la parte 1...
Un dibujo que las protagonistas me cedieron y que, dicen, les representa a la perfección
Los Centros de recuperación donde se tratan los trastornos de alimentación son un paso básico para casos extremos. La dinámica de trabajo es prácticamente la misma en todos ellos. Antes de entrar en cualquier clínica, todas las pertenencias personales de las muchachas son registradas milimétricamente para evitar que introduzcan cualquier tipo de objeto que les pudiera servir para adelgazar.
La clínica está plagada de carteles con normas de todo tipo que las chicas deben cumplir con rigor y sin excepción. La más básica: Prohibido introducir bolsas ni recipientes en el comedor.
El día amanece temprano para las chicas internadas. Su primera actividad matinal consiste en pasar una revisión obligatoria de peso para ser controladas. En dicha revisión, además de subir a las chicas a la báscula les exploran el cuerpo entero para comprobar que no tienen ningún tipo de marcas en la piel propiciadas por cortes. Algo muy habitual en ellas. Les miden la tensión y les controlan la circulación de la sangre. A lo largo del día, cada chica tiene que pasar puntualmente por enfermería para tomar una serie de medicamentos en forma de pastilla de acuerdo a su tratamiento personalizado.
Cada clínica tiene sus métodos particulares para recuperar a las pacientes. El más común es el de otorgar privilegios en función del nivel en el que se encuentre cada chica. Al entrar en el Centro todas parten del nivel 1, y dependiendo de sus conductas y de su evolución pasarán a niveles superiores gozando al mismo tiempo de mayores concesiones, y viceversa, si no consiguen evolucionar sufrirán una serie de limitaciones. Es lo que se conoce como técnicas motivacionales.
La unidad especializada en anorexia del Hospital de Ciudad Real basa su trabajo en dichas prácticas. El objetivo de las Clínicas es trabajar progresivamente para que las afectadas evolucionen de manera favorable y positiva.
Sin duda, la prueba más dura por la que tienen que pasar las jóvenes del centro especializado es la hora de la comida. No pueden dejar nada de lo que se les sirve en la bandeja, absolutamente nada. La hora de la comida para las afectadas es la hora de enfrentarse a todos sus miedos y a todas sus pesadillas.
El comedor se llena de silencio y de lágrimas. Las miradas se cruzan y los agobios acechan. No sólo tienen que hacer frente a los alimentos de las principales comidas del día, sino también a un conjunto de suplementos obligatorios compuestos por chocolates, batidos cuyo objetivo es que las pacientes suban de peso lo antes posible. La mayoría de las chicas se ponen a temblar y algunas no pueden, ven esa comida como una auténtica bomba para sus cuerpos, incluso les dan arcadas. Sólo se escucha en la sala: ¡ánimo, verás como lo vas a conseguir¡ Las más veteranas de la clínica suelen tirar de las demás para conseguir que finalmente coman esos complementos. Es una batalla a la que tienen que hacer frente todos los días.
Las clínicas trabajan tanto la parte física de las chicas como la parte mental y psicológica. No se trata únicamente de recuperar el peso de las jóvenes, sino de recuperar a la persona.
La anorexia y la bulimia devoran tanto el cuerpo como la mente. Todas las afectadas afirman que su carácter y su personalidad han cambiado radicalmente. Progresivamente se van alejando de sus padres, de sus hermanos, de sus amigos Se sienten incomprendidas ante la sociedad y amenazadas por su entorno y deciden cerrar su vida con llave.
Sigue en la PARTE 3/5
Carlos F.
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