Sporting de Gijón y Málaga suben a Primera.

Lejos del glamour de la Eurocopa el fútbol también late. En un desenlace dramático Sporting de Gijón y Málaga retornan a primera junto al Numancia. La Real Sociedad luchó pero no le alcanzó. Crónica de una tarde fútbol, nervios, angustia y festejo.

Bilic celebra su gol. Gijón está de fiesta

Tarde de fútbol en estado puro. Estadios repletos, transistores, nervios, pasión, goles y lágrimas en una jornada en la que el Sporting de Gijón (2 a 0 al Eibar) y el Málaga C.F. (2 a 1 al Tenerife) retornaron a la máxima categoría de nuestro fútbol para delirio de sus aficiones que, a esta hora, inundan las calles de ambas ciudades dando rienda suelta a su alegría. La Real Sociedad (1 a 1 con el Córdoba), que era el tercero en discordia, se quedó a las puertas y deberá penar otro año en el infierno de Segunda.

Como pocas veces el fútbol tuvo lógica. Y como siempre hubo sufrimiento. Lógica porque el Sporting y el Málaga, segundo y tercer clasificados, recibían en sus feudos a dos equipos que no se jugaban nada. La Real se las tenía que ver en Anoeta ante un Córdoba que se jugaba la permanencia en la categoría. Y ocurrió lo previsto; en El Molinón el Sporting no tuvo mayores inconvenientes para derrotar al Eibar por 2 a 0. Los locales dominaron a placer durante la primera parte y el gol de Bilic a los 37 minutos permitió concentrarse el resto del encuentro en su partido dejando que malaguistas y realistas se disputaran la última plaza de ascenso. El marcador se movió en la segunda parte cuando el canterano Luis Morán anotó el segundo y, diez años después, Gijón vuelve a estar presente en el mapa futbolístico grande de España. Vaya regalo para los del Sporting y para uno en especial que vive días muy dulces como es David Villa. Por si la alegría fuera poco, también el filial del Sporting logró el ascenso a Segunda B.

El Málaga empezó su partido agarrotado por los nervios y no acababa de dominar a un Tenerife que incluso llegó a inquietar la portería de Goitia. Pero a los 43 minutos Antonio Hidalgo, que acababa de fallar un gol imposible, se resarció anotando con tranquilidad un mano a mano ante el portero para desatar la locura en La Rosaleda que veía como, tras estar más de trescientos días en puestos de ascenso, al fin se consumaba el esperado regreso a Primera. Y es que en la segunda parte el Tenerife bajó los brazos y salvo algún arresto de Nino que luchaba por ser el Pichichi de la categoría no opuso mayor resistencia a los blanquiazules. A los 24´ Hidalgo, el de los goles importantes, puso de penalti el dos a cero definitivo. De ahí al final sólo hubo lugar para el festejo en la grada.

Sin embargo, el ansia de celebrar llevó a los aficionados malaguitas a invadir el terreno de juego y esto tuvo el encuentro suspendido durante más de diez minutos. En la reanudación Wellington marcó en propia puerta el 2 a 1 pero para ese entonces, casi las ocho de la tarde, el Málaga ya era equipo de primera.

El que se quedó con la miel en los labios fue la Real Sociedad, que tuvo que bailar con la más fea; un Córdoba peleón que se jugó la vida para mantener la categoría y lo consiguió tras arrancar un empate a uno en Anoeta. Julio Pineda, a los 30´ de la primera parte adelantó a los andaluces, pero empató seis minutos después Mikel Kabala para el equipo vasco. Hasta allí había ilusión en las gradas realistas, pero según fueron cayendo los goles del Molinón y La Rosaleda se fue apagando el entusiasmo de los aficionados que despidieron al equipo y los dirigentes con una pañolada. El Córdoba celebró a lo grande un empate providencial que le permite seguir un año más en Segunda, en detrimento de Racing de Ferrol y del Cádiz, que descienden de este modo a Segunda B tras derrotar al Castellón y empatar ante el Hércules respectivamente, resultados que no sirvieron para evitar el temido desenlace. El Cádiz, para colmo de males, desperdició un penalti en el último minuto de juego, que hubiese dado la permanencia a los suyos y hubiese hundido al Córdoba.

Hasta el último minuto de juego del último partido de Segunda regaló emoción a raudales. Unos lloran, otros ríen. El fútbol, lejos de los millones que danzan estos días en Suiza y Austria, aplaude como un bendito.