Los italianos son los peores rivales que nos podian haber tocado. La historia y el palmarés confirman que España debe de hacerlo muy bien para conseguir derrotar a los azzurri. Sin embargo, esa soñada victoria sería la más bonita de todas.
Decía el escritor inglés Gilbert Keith Chesterton que los más increíble de los milagros es que ocurren. La posible (no probable) victoria de nuestra selección mañana a los italianos se podría calificar de milagro. Algo muy difícil de realizar, que incluso puede que no esté en nuestras manos, pero en lo que tenemos una esperanza que no desaparecerá hasta que la última posibilidad, la más remota, se elimine por completo. España de momento cumple con todos los pronósticos para ser eliminada el domingo: dominio total del grupo, máxima expectación, fe ciega (al más puro estilo español) y rival duro en cuartos. Todo nos suena a otras competiciones.
Italia es el peor rival que nos podía tocar en estos cuartos de final. Su nombre nos trae duros recuerdos y malos augurios. Evocan venganza, algo que no es bueno. Tenemos 90 minutos para, por una vez, cambiar el rumbo de la historia, pasar la maldita eliminatoria, sonreír, llegar hasta el final. Ni la ausencia de su mejor jugador, Pirlo, da más ánimos a un ambiente dominado por el máximo respeto y la plena incertidumbre. La diferencia entre Italia y España es que ninguno sabe quién va a ganar, pero nosotros tenemos la total certeza de que lo vamos a pasar muy mal.
Como soy un iluso soñador, miraré esta eliminatoria de la manera más positiva. Con el peor rival posible, podemos conseguir la mejor victoria soñada. Si echamos de Austria a los azzurri, el respeto de los demás crecerá al mismo ritmo frenético que nuestro orgullo por lo conseguido. Sería heroico, una hazaña para los anales de la historia. El día en que España dejó de ser El atlético de la selecciones, venciendo al actual campeón del planeta, entrando en el selecto club de los cuatro mejores países del continente.
Los italianos por su parte, han cumplido todos los requisitos históricos para llegar muy lejos. Agónica clasificación de grupos, penalti parado a Rumanía incluido, lluvia de críticas sin piedad y juego vacío, sin nada especial. Sólo jugar para ganar. La historia, incluso la propia inercia, dictan que Italia, ya sea por un rebote o un gol en propia puerta, nos volverá a ganar. Pero si no se repite lo de siempre, si se consigue una victoria tan inesperada, la alegría será mayor y el triunfo más disfrutado. El domingo comeremos espaguetis.
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