La soledad del héroe

Determinados futbolistas son tan excepcionales, tan fuera de la norma, que sólo tienen derecho a acceder a la categoría de héroes absolutos o de villanos despreciables, a veces simplemente traidores involuntarios. No valen las medias tintas: los que son llamados a ser líderes de toda una generación de jugadores de su país tienen que asumir que en las circunstancias más adversas, por ejemplo perdiendo un partido de cuartos de final a falta de veinte minutos para terminar la contienda, medio mundo va a mirarlos fijamente diciendo "toma: resuélvelo tú". Y ay como no lo resuelva.

Ballack, superhéroe teutón (Reuters).

Lo injusto es que el camino contrario sí está perfectamente asumido. A sus treinta y un años Deco jugó probablemente uno de los mejores partidos de su carrera en los cuartos de final ante Alemania. ¿Qué habría ocurrido si hubiese hecho un mal encuentro, si hubiese estado desaparecido, si hubiese fallado los pases que intentó? Probablemente nada, una mala nota en el periódico, algún periodista avispado diciendo que ya no está para la selección, tal vez algún barcelonista suspirando alegre por su posible salida del equipo. Pero nada más. En cambio Europa entera ha girado su cabeza hacia Cristiano Ronaldo, el único jugador portugués que nunca ha tenido permiso en todo el campeonato para hacerlo regular. Como dicen los superhéroes de cómic, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y la de Cristiano era la de salvar a su equipo, ahora y siempre, en cualquier situación.

La realidad es que no lo hizo. Completó un partido más bien discreto, algo mediocre, no completamente desaparecido, lo suficientemente intrascendente para acusarle de bluff, de engaño, de no haber demostrado nada nunca, de esconderse, de no llevar a su equipo sobre la espalda, volando hacia las semifinales del torneo. En el otro lado del campo los alemanes miraban fijamente al único con uniforme de héroe entre sus filas, Ballack. Él ya ejerció de héroe ante Austria inventándose un obús de falta y clasificando a su equipo como segundos de grupo; pero sufre el mal del héroe: si los teutones fracasan ante Turquía todo su país le pondrá en el banquillo esperando que presente cuentas y justifique su capa y su escudo.

Como hizo Modric ayer, el jugador que ha despertado más expectativas de toda la Eurocopa, el que todos señalan como estrella en ciernes, el que todos apuntan como el futuro mejor jugador del mundo. Afortunadamente han pasado los tiempos en los que fallar un penalti condenaba al ostracismo de selección (ay, Eloy, que bien jugaste en el 86, que cruel fue el destino con tu penalti contra Bélgica) y las tornas han cambiado; cuando el ajustado golpeo del cerebro croata se marchó lamiendo el palo por fuera el pensamiento colectivo fue "como todos los grandes". Se ha salvado el espigado centrocampista, héroe de los croatas, espíritu y alma de su equipo en 120 minutos, tiene derecho a seguir habitando el Olimpo dos años más, hasta el próximo Mundial.

Quedan dos partidos de cuartos donde los héroes son secundarios, a nadie se le exigirá resolverlo todo, los rusos y su puñado de animosos delanteros, los holandeses y sus ocho o nueve apisonadoras ofensivas, el talento del ataque italiano y español por igual, los dos mejores porteros que quedan en el campeonato, ganarán todos y perderán todos, nadie mirará a ningún héroe esperando que lo arregle, el tiempo de los héroes es cada vez más escaso. Nihat se ganó ese nombre ante los checos, al menos hasta las semifinales; Cech lo perdió con su terrible error ante los turcos; la prensa austriaca se pregunta por qué el único bueno de los suyos, Ivanschitz, no dio la talla contra Alemania; la francesa pide el retiro de sus viejos héroes a los que sólo les quedó la dignidad ante Italia; los suecos miran desconfiados al héroe Ibrahimovic que desapareció cuando más falta hacía. Qué ingrata la suerte de los héroes en el fútbol, que viven condenados a habitar los cielos o descender a los infiernos, sin una mísera posibilidad intermedia.

Alberto Haj-Saleh (editor de Libro de Notas)