Diccionario de El Roto

Donde el autor encuentra el refugio veraniego de Andrés Rábago en las montañas de Cantabria, entra en su casa, acaricia a su perro, pasea por su estudio y charla con Ops y El Roto sobre playas, Medio Ambiente, sátiros y leyendas del pasado, como la revista Hermano Lobo.

Andrés Rábago en la puerta de su casa

En el estudio de Andrés Rábago en Cabuérniga siempre entra luz por las claraboyas, aunque el día esté nublado, y lo cierto es que las posibilidades de que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas son siempre muy elevadas en este rincón del mundo. Es aquí, en el diáfano ático que corona su casona montañesa, donde se dedica a dibujar. Una tarea minuciosa, artesanal, que lo emparenta con los miniaturistas medievales, siempre y cuando no haga día de playa. Y si luce el sol, se dirige siempre a los mismos 15 metros cuadrados de la playa de San Vicente. No es la más bonita, ni la más cercana a este valle del interior de Cantabria. Es por costumbre.

Alba, el pointer blanco de quince años, me acompaña hasta la puerta. Allí me cruzo con una chica que acaba de recorrer cuatrocientos kilómetros desde Madrid, en una furgoneta cargada con cuadros de Andrés Rábago, uno de los tres artistas que viven en la casa. Los otros dos son Ops y El Roto.

De mi charla con los tres compilé este diccionario:

• ¿Actualidad?: Recuerda que te pagamos una pasta para que recomiendes recortes salariales, rezaba una de sus viñetas. Desde Libertad Digital, Cope y medios afines se consideró como un toque de atención, “un recadito” a los directivos de Prisa. Él lo niega y es el único momento de toda la conversación en el que parece encenderse: “eso es una interpretación interesada. No me muevo en ese nivel mezquino e inmediato. Cualquier interpretación que se haga de mis dibujos buscando una referencia muy puntual probablemente esté equivocada".

• Cabuérniga: En cierta manera la tranquilidad y el sosiego de Cabuérniga no es muy distinta de la que puedo obtener en mi silencioso estudio en Madrid, sin radio ni televisión. La gran diferencia es la intensa presencia de la naturaleza. Y la rutina: playa cuando hace bueno, montaña si el día está nublado (cuentan los lugareños que bajo su aspecto de frágil artista vestido para una exposición o una tertulia se esconde un tenaz caminante, curtido en largas caminatas por las calles de Madrid; cuentan también los lugareños que en el valle hay una poza con sabor a chicle de clorofila). Uno de los placeres del verano es dibujar sobre los cuadros que he hecho durante todo el año. Es un trabajo sencillo y austero. Un mes no es tiempo para pintar cuadros, soy un pintor lento.

• Ciudad: La ciudad es un lugar extraño, con mucha actividad mental. Aquí se piensa de otra manera. Allí hay menos espacio y el pensamiento está más concentrado, aquí está más disperso y a mi me resulta más difícil concentrarme. En Cabuérniga me importa menos lo que está pasando por el mundo, estoy más pendiente de si va a llover.

• Estilo: Si buscas conscientemente un estilo terminas adoptando una careta, un disfraz con el que eres fácilmente reconocible. Concibo el estilo como una búsqueda de ti mismo. Es más lento, no es seguro que lo encuentres, pero en caso de que eso se produzca, el resultado será auténtico. La autenticidad es la transcripción de tu forma de ser.

• Hermano Lobo: Ninguna revista ha recogido la herencia de Hermano Lobo. Por un lado la situación política era distinta, pero además Hermano Lobo no pretendía ser una revista comercial. El lenguaje también ha cambiado, el lector de los 70 leía entre líneas, ahora de forma directa. Hermano Lobo buscaba la democratización, mientras que El Jueves es un mero producto mercantil en el que tienen cabida algunos dibujantes excelentes, pero que no busca ninguna transformación, solo el mero entretenimiento. Hermano Lobo desapareció porque hubo una fragmentación de la revista. Una parte de la redacción se fue a Barcelona para montar Por Favor  y no había público ni dibujantes para dos revistas. Hubo un afán de protagonismo de Perich y Vázquez Montalbán. No fue un gran negocio.

• Internet y nuevas tecnologías. Yo no utilizo internet, me gusta la artesanía en el trabajo, dibujar con la mano, sin intermediarios (El País envía a alguien a su estudio a recoger una copia de sus dibujos). La tecnología digital en el uso del color lo homogeneiza demasiado: aparentemente la gama de colores y texturas es amplísima, pero no tienen la personalidad de lo hecho a mano.

• Mar de fondo es el nombre de la exposición que este miércoles se inaugurará en el Faro de Santander. Son siete cuadros que forman una exposición íntima sin más trascendencia que la de una aproximación al mar en un sitio que me encanta y por sugerencia de un amigo al que quiero mucho, Eduardo Sanz.

• Medio ambiente: Llegué a la defensa del medio ambiente por observación de lo que ocurre a mi alrededor. Hay enormes contradicciones en los movimientos ecologistas. No me interesa el ecologismo que se manifiesta como un materialismo evolucionado, sino el que va más allá y busca aspectos más metafísicos. De la misma manera rechazo la política como un mero entretenimiento que nos tiene absorbidos en su pequeñas peleas, que nos jibariza la mente. No hay que dejarse enredar por esas anécdotas caníbales. Hay que pensar en cosas más reales, en las pocas cosas esenciales.

• Ops VS El Roto: Ops (primer pseudónimo de Andrés Rábago) investigaba el terreno del subconsciente, mientras que El Roto es más social y se basa en la realidad convencional. En cualquier caso, me sigue gustando dibujar, tanto como entonces. Siempre he tenido la sensación de hacer algo que tiene que ver con el servicio público. Antes había una mayor proximidad entre el dibujante y el lector, ahora es más distante, pero mi intención sigue siendo la misma: ayudar a la reflexión pública.

• Sátira: Yo no me considero un dibujante humorístico, en mi plástica no hay caricatura ni elementos infantiles del cómic, propios de los dibujantes humorísticos. No he sido nunca un lector de cómic, pero si valoro la investigación formal de muchos de sus creadores, como Max y Miguel Calatayud.

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