Se cree que allá por el 2330 a. C. ya habitaban el planeta, lo que les convierte en una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Ese antepasado paleolítico y de conflictos interminables a lo largo de su historia, sirvió para progresar a golpes y colocó a Corea del Sur como uno de los países más adelantados en nuestro tiempo. En una sociedad muy dada a las leyendas y rodeados por un entorno místico, la idea de crear iconos y mitos poderosos siempre fue una constante. Reyes hay muchos pero dioses sólo uno, destaca una de las máximas de Buddhism coreano. Un papel, el de Dios, que en el fútbol nacional no tiene opción al desacuerdo pues como civilización arcaica corresponde a la leyenda más adelantada a su tiempo: Cha Bum-Kun.
Es difícil encontrar un personaje que levante tanta devoción en un país donde el fútbol siempre fue deporte de minorías y donde los mitos suelen hacerse acreedores de dichos elogios por cuestiones totalmente antagónicas. 98 goles en la Bundesliga, 55 más con la Selección de Corea y el honor de haber sido elegido el Mejor Jugador Asiático de la historia, reafirman la admiración por el delantero que inició la globalización en el fútbol a base de goles en la Alemania de la RDA, el fascismo y los últimos días del muro de Berlín. Cha Bum-Kun, apodado el "Beckenbauer de Extremo Oriente" en su segundo país, fue más allá de lo nadie hubiera pensado, de lo que nadie le hubiera asignado. Un coreano al que miraban con suspicacias en tierra donde los extranjeros no eran deseados por lo que incluso el lucimiento personal podría comprometer su tranquilidad. No era necesario lucirse, sino cumplir. Bastaba con no quedar en evidencia. No necesitaba vanagloriarse pero se hizo estrella y, a base de perforar las redes en la mejor época futbolística de Alemania a nivel de clubes, desafió a un pueblo que lo acabó adoptando como uno más de los suyos, logrando abrir la mente de una sociedad que mucho debía aprender de aquél killer de ojos rasgados que emanaba experiencia dentro y fuera del césped.
"Cha Boom!", lo llamaron (apodo que hacía mención a un juego de palabras entre su nombre y la potencia de su disparo). Era un delantero rápido y potente, prematuro como pocos pues con sólo 19 años ya era internacional absoluto rompiendo los records de juventud en la selección surcoreana, que trataba de subsistir en el panorama futbolístico y no fallar a ninguna de las citas internacionales de primer nivel. Curiosamente aquellos inicios se dieron en el Korean Air Force, el equipo del ejército que pronto se dio cuenta del caché del joven artillero. Ese bombardero de piernas fuertes y remate feroz conoció por entonces sus virtudes y apenas un año después una misteriosa llamada desde Alemania, procedente del Darmstadt 98, le cambió la vida. El equipo teutón, humilde e instalado en la Bundesliga tras numerosos años en las divisiones inferiores del organigrana futbolístico alemán de la época, fue un conejillo de indias usado por el poderoso Eintracht de Frankfurt. A oídos del club de las Águilas había llegado el gran nivel de Cha, pero el temor a que fuera repudiado por lo aficionados o rechazado por aquellos que no contemplaban la posibilidad de que un asiático tuviera calidad como para ensombrecer el dominio germano, le hizo acordar en secreto con el Darmstadt 98.
Cha quería que Corea lograra progresar con criterio y pronto supo que su capacidad podía ser el mejor de los productos para exportar las habilidades del pueblo coreano. Condecorado ya como el Mejor Jugador Coreano del año, en 1978 el citado Darmstadt 98 (promovido por el interés del Eintracht), contactó con Cha y le llevó a suelo teutón. No hay muchos datos de su periplo en el modestísimo equipo de los lirios e incluso se comenta que sólo llegó a jugar un partido pero la decisión desde Frankfurt siguió su camino y unos meses después aquél desconocido jugador se instaló en el antiguo Waldstadion (hoy Commerzbank-Arena). Cha fue un pionero, un coreano adelantado, un rebelde en contra de las imposiciones que le intentaban frenar en un fútbol al que no parecía invitado pero su talento se hizo evidente rápidamente. Doce goles en 31 partidos, anotando en los tres primeros tras su debut, le allanaron el camino dándole confianza, ganándose adeptos y eliminando de su camino a aquellos que se habían burlado. La campaña no pudo acabar mejor pues el Eintracht, poderoso por entonces, alzó la Copa de la UEFA y su talento, poderoso en el área y mortal de necesidad para su equipo, le colocó como uno de los fenómenos del momento hasta el punto de que se convirtió en el tercer jugador mejor pagado del campeonato. Allí también se coronó como campeón de la Copa Alemana de 1981.
Después de 45 goles en cuatro temporadas en Frankfurt, Cha decidió dar un paso más y se unió al Bayer Leverkusen en uno de los traspasos más polémicos del año. En el Bay Arena llegó a otra dimensión y en seis temporadas se convirtió en icono de un equipo impulsivo, luchador y capaz de pelear por todos los títulos. Cha fue clave en la consecución de la Copa de la UEFA de 1988 (ante el Espanyol) pues fue quien anotó el 3-0 que, posteriormente, llevaría a los penaltis y a la victoria definitiva. 53 goles más le bastaron para colocar su nombre en lo más alto de la Bundesliga pues se convirtió en el extranjero más goleador de la historia (ese honor le duró 14 años y ahora mismo es el quinto), aunque sigue siendo el segundo no alemán en cuanto a número de partidos en el campeonato germano. Por entonces era una pesadilla para todas las defensas que, como se aprecia en el video, no dudaban en golpearle sin pudor para frenarle.
La mística de Cha también tuvo continuidad en la selección coreana, con la que logró 55 goles. Con los Guerreros Taeguk disputó 121 partidos entre los que se encuentran tres del mundial de México 1986, lo que supuso el retorno del fútbol surcoreano al primer nivel tras 32 años de espera. El goleador del Leverkusen fue clave para lograr ese objetivo y sus números, además de gloriosos, devolvieron la ilusión por un fútbol que no ha vuelto a quedarse fuera de ninguna fase final mundialista desde entonces. Cha decidió retirarse con honores en 1989, después de que en 10 temporadas sólo hubiera visto una tarjeta amarilla que reflejaba la profesionalidad y serenidad de un killer empeñado en colocar a su país allí donde el fútbol se negaba a situarles. Tanto que tras dos años en el anonimato y cuatro como técnico debutante en el Ulsan Hyunday, recibió la llamada de la selección para que se convirtiera en seleccionador. El gran Cha no dudó pero la experiencia no le fue demasiado favorable. A pesar de llegar al Mundial de 1998, fue goleado por Holanda, la crítica la tomó con su persona y tras meses de polémica, varios conflcitos internos le obligaron a dejar el país pues fue expulsado cuatro años.
Tras ganar en 2004 la K League con el Suwon Bluewings, se centró en su gran meta, hacer de Corea un gigante futbolístico. Para ello, vuelca ahora su actividad en la formación de nuevos jugadores y desde 1990 trabaja por ello en una escuela fundada bajo su tutela. 16 entrenadores, más de 1600 niños anualmente y ya algunos de ellos en equipos de primer nivel (su propio hijo Du-Ri Cha), reflejan el empeño de aquél chico de ojos rasgados que se hizo rey en Alemania y Dios en Corea: Cha Bum-Kun: 하나님 한국어 (Dios de Oriente).
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