Buenos Aires.- El argentino Ceferino Namuncurá, que será beatificado mañana domingo, supo compaginar su identidad mapuche con la fe cristiana en una perfecta armonía que marcó a fondo su vida.
Imagen fotográfica coloreada, de Ceferino Namuncurá (1886-1905), hijo ilegítimo de un cacique mapuche y una cautiva.
Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en un pequeño pueblo de la Patagonia argentina de la unión de Manuel Namuncurá, un cacique de 75 años, y Rosario Burgos, de 29, y murió en Roma el 11 de mayo de 1905 a causa de la tuberculosis.
Su localidad natal, Chimpay, en la provincia de Río Negro, será el escenario de la ceremonia de beatificación, a la que se espera que asistan más de 150.000 personas.
Namuncurá es el segundo indígena americano que llega a los altares -el primero fue el mexicano Juan Diego- y como mapuche, antes de ser católico, participó de las creencias de su pueblo.
El dios supremo de los mapuches es Nguenechén, al que están subordinadas otras potestades o fuerzas distribuidas en la Naturaleza que actúan como elementos protectores del hombre.
Su padre fue el cacique o "lonko" Manuel Namuncurá (apellido que significa "garrón de piedra") y su abuelo el gran cacique Calfucurá ("piedra azul"), líder de la confederación que aglutinó a varias tribus dispersas y que con más de tres mil guerreros plantó cara al avance de los blancos.
Ante la imposibilidad de seguir resistiendo, el padre de Ceferino se rindió en 1884 ante el Ejército argentino, tras lo cual recibió el grado de coronel y se le asignó un pequeño territorio para que se asentase con su gente a los alrededores de Chimpay, donde existía un fortín militar y donde dos años después nació el ahora nuevo beato.
De muy niño, Ceferino cayó a las aguas del río Negro y fue arrastrado por la corriente, pero se salvó, lo que los suyos siempre vieron como un milagro.
En 1888 fue bautizado en Chimpay y a los once años le pidió a su padre que le enviara a estudiar a Buenos Aires para "ser útil" a su gente, que vivía en una situación de postración y decadencia.
Tras un viaje a caballo, en barco y finalmente en tren, llegó a Buenos Aires en 1897 y, tras un corto paso por los Talleres Nacionales de la Marina como aprendiz de carpintería, ingresó en el colegio salesiano Pío IX, donde obtuvo numerosas distinciones en catecismo, canto, aplicación y conducta.
Uno de sus compañeros de colegio fue Carlos Gardel, quien además formó como él parte del coro.
El testimonio de algunos de sus compañeros revela que su integración en la vida de los "blancos" no le hizo perder ni renunciar a su identidad mapuche. Manejaba el arco y la flecha y gustaba de montar a caballo, y cuando tenía la oportunidad de hablar su lengua no la desaprovechaba.
Su interés por el Evangelio y su religiosidad tampoco pasaron inadvertidos a sus compañeros. En 1902 Ceferino ya sentía la vocación del sacerdocio y en un acto público proclamó su intención de ser salesiano y de enseñar a sus "hermanos el camino del cielo".
A pesar de que su padre quería llevarlo con él, Ceferino logró que lo enviasen a la ciudad de Viedma, en su natal Río Negro, que era entonces la avanzada de la evangelización salesiana en la Patagonia.
Continuó sus estudios en el Colegio San Francisco de Sales. Allí fue preparado para actuar como sacristán y su salud empezó a resentirse por la tuberculosis.
A causa de su enfermedad y también por el hecho de ser hijo ilegítimo y no poder acreditar su bautismo, Namuncurá vio obstaculizada su carrera hacia el sacerdocio.
En 1904, los salesianos le enviaron a Italia para proseguir sus estudios y ayudar a su curación. En septiembre de ese año fue recibido en audiencia por el Papa Pío X.
En 1905 tuvo que ser ingresado en un hospital romano, donde murió el 11 de mayo de ese año.
Tras un solemne funeral en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, fue sepultado en el cementerio Campo Verano de Roma.
Los restos de Namuncurá fueron repatriados en 1924 a bordo del vapor "Ardito" y desde 1991 se encuentran en el santuario de María Auxiliadora de la localidad de Fortín Mercedes.
En 1972, el Papa Pablo VI promulgó el decreto sobre la heroicidad de sus virtudes declarándolo "venerable".
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