NUEVA DELHI (INDIA).- Mientras mi avión iba descendiendo azotado por el viento de cola, anticipaba en mi cabeza lo que me encontraría en Goa, la meca costera de los hippies de Asia, la Ibiza del Mar Arábigo. Poco podía prever la sorpresa que me iba a llevar, aunque debería haber tomado como pista el contraste en medio de la jungla de la silueta blanca de un campanario de estilo inconfundiblemente colonial, tan sólo unos minutos antes de aterrizar. Llegaba así al estado más pequeño de India, con uno de los mayores niveles de alfabetización y renta nacionales. En esta zona el clima es tropical y lo que más abunda son las playas paradisíacas y los acuíferos. La desembocadura del río Zuari divide la Goa Norte, más noctámbula, asequible y marchosa, de la Goa Sur, más exclusiva y tranquila.
Tras salir de la minúscula y caótica terminal, sorteando mi camino entre hombres de negocios indios, adolescentes sajones, post hippies cincuentones, grupos organizados y chóferes a la espera o captura de clientes, tuve que esquivar decenas de vehículos compitiendo en generación de ruido. La visión de los cocoteros y el calor húmedo me recordaron la sensación del Caribe sudamericano. Esta sensación se fue acrecentando durante los siguientes 45 minutos, mientras circulaba hacia la antigua Panjim (ahora Panaji), capital del estado, por una serpenteante e irregular carretera flanqueada por estuarios, palmeras, barcos encallados y oxidados, chozas, antiguas casas coloniales y bares de vivos colores.
Durante 450 años, Goa fue un importante enclave portugués en Asia y la influencia en la metrópoli es aún palpable. A pesar de que el idioma portugués es casi patrimonio exclusivo de la toponimia (y por poco tiempo, pues ya se están adaptando los nombres de las localidades al hindi) y de ciertos rótulos no exentos del romanticismo propio de los lusos (Rua do Ourem, Luiz Meneses e Filhos...), la huella de tantos años perdura en el espíritu de Panjim, y de Goa por extensión. Miles de casas de estilo colonial jalonan la selva, nombres propios como Pereira o Almeida en las casas... y la costumbre de la siesta, que entre la una y las cuatro paraliza toda actividad comercial. Incluso muchas de las caras de los locales hacen pensar más en los oriundos del Brasil, Cuba o República Dominicana que en la India. La vista casi exclusiva de mujeres con sari en la playa de Panjim me reubican de nuevo.
Me explican que contrariamente a lo que pueda pensarse, los cristianos son aquí minoría, aunque se vean muchas iglesias, altares callejeros, imaginería católica en los locales...y varones con una cruz azul tatuada en la base del pulgar de la mano derecha, como si de una sociedad secreta se tratase.
Me asomo a la noche de la isla, y descubro que los cientos de bares, puestos y restaurantes que encauzan las angostas carreteras del norte de Goa no difieren en nada al ambiente de un Benidorm, o de un Magalluf, en verano. Música machacona, copas de dudoso aspecto, inglesas generosas de cacha (y aun más generosas en compartirla con el resto de la fauna nocturna), alevines de hooligan supurando alcohol por los poros , son la moneda común en los locales. Incluso, el sitio central de la movida se llama también Tito ‘s. Espantado. Después de este espectáculo, me retiro pronto para conocer mejor el resto de la costa al día siguiente.
La parte Sur de Goa es algo menos exuberante en vegetación, pero tiene playas magnificas de arena blanca y fina, y ha sabido seleccionar a sus visitantes a través de cinco o seis exclusivos complejos hoteleros en los que se paga 300 dólares por noche. Son espléndidos complejos con decenas de piscinas, campos privados de golf de nueve hoyos y kilómetros de playa semidesiertas. Lógicamente la clientela es muy diferente, con muchos indios de luna de miel, jubilados británicos y alemanes, además de un contingente enorme de rusos, que han hecho de Goa uno de sus destinos invernales predilectos.
El domingo por la mañana me despido de Goa dando un paseo por la zona antigua de Panjim. Subo los escalones de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, casi cinco veces centenaria, y entro a tiempo de ver como acaba una misa oficiada en portugués. Ninguno de los asistentes tiene menos de 50 años. A la salida charlan animadamente en el idioma de su antigua metrópoli, lengua que es suya, pero que ya se ha perdido en sus hijos. Sus ropas, e incluso sus demanes, son los mismos que los de cualquier persona en un domingo de provincias en la Península Ibérica. No puedo irme sin la pena de pensar que este idioma europeo, esta reliquia filológica e histórica, en apenas dos o tres décadas estará condenado a desaparecer.
De vuelta al aeropuerto, paro a ver la tumba de San Francisco Javier, enterrado en la Basílica del Bom Jesús, y comparo el marco tropical de su descanso con el recio castillo de Javier donde vino al mundo. Entre las iglesias blancas, niños con la camiseta de Brasil jugando al fútbol y animada música de guitarra de fondo, pido ensalada de marisco con cebolla, pimiento, ajo y tomate (según reza el menú), esperando algo parecido a una vinagreta o un pisto. Me lo sirven con curry. Era un espejismo, no era el Caribe, sino la India.
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La tierra sigue teniendo rincones, así de peculiares, con esas mezclas culturales, que van haciendo la esencia especial del lugar. ¿ estaba buena la ensalada..........?
Yo pasé la semana más extraordinaria de mi vida allí, en Goa... Panaji es un poco caótica,un mogollón de ciudad.Lo suyo es irse a algún lugar de playa pequeño. +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
Los que vivimos o visitamos Madrid pasamos muy a menudo por lugares que, hace ya varias décadas, marcaron la historia del país. Lo hacemos casi sin darnos cuenta. Quedar con alguien en la Puerta del Sol sin ser conscientes que en ese mismo lugar un presidente del Gobierno fue asesinado. O pararnos en un semáforo en la Plaza de la Independencia, lugar donde el coche de otro presidente fue tiroteado. ¿Quieres saber más de los magnicidios que tuvieron lugar en Madrid?
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