Guía de rincones 'bizarros' en Barcelona

BARCELONA.-  El show de los transformistas más veteranos de Barcelona empieza entre bombillas rojas que iluminan El Cangrejo -Montserrat, 9-, una sala mítica del barrio El Raval por la que pasó Carmen Amaya. Ahora una de sus estrellas es Esteban Mas; un hombre retacón y ya entrado en los 60, que de su antiguo oficio de farmacéutico heredó su actual nombre artístico: La Pasti. Usa peluca platino y aunque jamás se depila el pecho lleva escotes hasta el ombligo. Así, La Pasti desprende un encanto especial que hace aplaudir al público cada vez que interpreta un play back de Lina Morgan o de Celia Games.

Leonardo Faccio

La Policlínica de muñecas es un de los sitios más 'freak'

Hay bellezas contradictorias y la Pasti es una de ellas. Su estilo -que no pretende ser humorístico- perturba y entretiene: Provoca una inexplicable simpatía que todos vivimos alguna vez y que en España se suele definir como el encanto de lo cutre. Por clasificar, los norteamericanos le dicen 'bizarre' -en castellano, bizarro- y en todo el mundo despierta curiosidad morbosa. Una prueba del poder de convocatoria 'bizarro' es que con más de 90 años de historia El Cangrejo sigue funcionando a sala repleta. Y levanta temperatura cuando sube al escenario Miguel de Mairena, más conocido en toda España como Carmen; ya que se hizo famoso por desnudar sus grandes pechos implantados en Crónicas Marcianas, el programa bizarro de TV que batía récord de audiencia.

Desde la mujer barbuda y sus variantes, la fauna 'bizarra' siempre tuvo público fiel. En Estados Unidos, los autores Anthony Lovett y Matt Maranian, rastrearon durante años sitios 'bizarros' en la ciudad de Los Ángeles y luego escribieron una guía urbana que publicaron en 1997 con el título 'L. A. Bizarro'. El libro fue un éxito y sus clones se multiplicaron. En el año 2000 apareció 'San Francisco Bizarro', obra de Jack Boulware, y en 2003 se publicó una compilación escrita por el periodista Sergio Paz de los rincones 'bizarros' más destacados de la capital de Chile: 'Santiago Bizarro'.

Aunque la idea no es original, Barcelona concentra tantos lugares y personajes encantadores que llenarían sin esfuerzo un libro bizarro. Esteban T.C., más conocido como 'el hombre que camina desnudo', estaría en sus páginas. Tiene 63 años, es catalán y en verano suele pasear sin ropa por las aceras del centro. Lleva una franja tatuada en la cadera a modo a calzoncillo y una gran argolla de metal engarzada en el escroto. A pedido de vecinos indignados, la policía lo interceptó varias veces, pero nunca lo detuvieron porque en Barcelona no existe ninguna normativa que prohíba el nudismo en la vía pública. La gente anda vestida porque quiere.

Leonardo Faccio

'El griego', personaje carismático del bar Montse

'Bizarras' suelen ser las expresiones que desafían más a la moral que a ley, con una estética aberrante y perturbadora. Un caso paradigmático es el curioso taller de reparación de muñecos que existe hace 72 años en las tradicionales Galerías Maldà. Su nombre es sugerente: 'Policlínica de bebés'. En cuanto uno entra, ve bracitos, piernitas, infinidad de cabezas de niños de plástico desmembrados y de tamaño real. El negocio es el paraíso de coleccionistas de muñecos antiguos. Pero a primera vista semeja una sala de autopsias infantil. Sensaciones contradictorias similares produce la centenaria casa de artículos de magia El Ingenio, donde hay desde ojos de goma desorbitados, hasta los tradicionales 'Cabezudos', que aunque son parte imprescindible de la cultura catalana, vistos de cerca no dejan de ser monstruosos.

Lo exótico resulta 'bizarro', sobre todo cuando nos sorprende fuera de contexto e incluye una metamorfosis, además de física, espiritual. Es el caso de aquellos católicos conversos. Los devotos de Hare Krishna, por ejemplo, como Jaime Pera, un catalán de pura cepa que adoptó el nombre de Gundicha y envuelto en su túnica naranja dirige un templo –Escudellers Blancs, 14- cuyo comedor está abierto al público. Gundicha es el cocinero experto en preparar exquisitos menús lacto-vegetarianos que cuestan siete euros y llegan condimentados con mostaza negra, jengibre, cúrcuma y mucho curry, que con su aroma impregna el ambiente decorado con imágenes de pastorcillas desnudas en un lago cristalino.

Lo 'bizarro' siempre proviene de un acto genuino movido por la pasión

Leonardo Faccio

En el Spannabis suelen generarse verdaderas escenas bizarras.

Generalmente es grotesco, pero nunca calculado. Por eso lo auténtico nos conmueve y muchas veces se percibe como cutre. En ese sentido, el bar Montse –Arc de San Agustí s/n- es un sitio bizarro. Tiene 115 años de antigüedad y sus paredes están cubiertas por amarillentos posters de toreros en los que Paquirri es la estrella. El vino de barril cuesta 40 céntimos cada vaso y en su salón hay un desfile permanente de vidas bizarras, como la de El Griego, un marinero jubilado que tiene tatuado en la piel un recuerdo de cada puerto. Javier Quintano, el dueño, es inconsciente de la tensión bizarra que transmite su bar, aunque ahora reconoce cierto encanto en las ya renegridas telas de araña que cubren la estantería de licores. Pues ni el mejor diseñador es capaz de imitar semejante naturaleza.

Si los 'frikis' somos quienes consumimos lo bizarro, entonces nada es más bizarro que una feria con miles de freaks. En Spannabis, la feria de la marihuana que convoca en Barcelona a miles de fanáticos y comerciantes expertos, suelen generarse verdaderas escenas 'bizarras' en torno a ingeniosos vaporizadores que ayudan a tragar el humo sin padecer tos.

Pero la feria 'bizarra' por excelencia es el festival de cine porno FICEB, donde por los 25 euros que cuesta la entrada, el público tiene acceso a mantener relaciones sexuales con actores profesionales frente a una multitud que los aplaude.

Los conceptos de belleza y arte cambian según las culturas y las épocas. Ya lo dijo el filósofo Umberto Eco en su reciente libro 'Historia de la fealdad': Hoy existe como nunca una popularización de lo feo. Y quizás Eco tenga razón, lo que antes nos producía sólo espanto ahora también nos atrae. En todo caso, siempre es más fácil explicar la belleza convencional que el cariño hacia lo 'bizarro', y tal vez por eso justamente nos encanta.