Ante el jefe chino, firme como un soldado raso

PEKÍN (CHINA).-  Uno de los paisajes característicos de esta China aún encerrada en si misma es pasear al comienzo de la jornada laboral por sus calles y ver las militarizadas charlas –sin coloquio, por supuesto- que el encendido patrón-director da a sus empleados. A modo de arenga reciben órdenes a gritos y ellos, firmes como cabos rasos, escuchan e intentan memorizar lo que deben hacer en el día que se avecina.

Enrique Escorza

En China ser jefe obliga a ciertos comportamientos atados al cargo. El grito, insulto o desprecio ante la atenta mirada de los viandantes es de obligado cumplimiento. Al no existir los sindicatos y estar sometidos a una curiosa dictadura en la que el empleado asume como si nada que todo ese griterio es por su bien y que el día que él sea capo –si es que llega – deberá hacer lo mismo.

Es normal verlo a la entrada de los restaurantes y en dos tiempos, como si de un partido de fútbol se tratara. La charla mañanera versa sobre el devenir del día y suelen ser calcadas a las de días pasados; la de la tarde se asemeja a la del descanso del partido y en ella el míster se ceba con los supuestos torpes llegando incluso a echarlos del trabajo en directo y sin que los oriundos se queden perplejos ya que no ven en ello nada noticiable y prosiguen su marcha.

En las peluquerías el equilibrio social y moral es mayor debido a que suele ser una mujer la que ejerce de coronel. Y ya es justo, como diría ZP, ver a las mozas desgañitándose y poniendo firme a más de un maromo. Para aflojar el temporal y en una digna pero escasa adaptación a los tiempos que corren, los miembros de la peluquería y su capitana-coreógrafa acaban con unos indignos pasos de baile salseados con unos bafles que expulsan algún éxito musical chino a todo volumen. Como lo fueron sus órdenes.

Donde el tema cobra fuerza es en las numerosas obras que asolan este Pekín olímpico. Allí, cientos de obreros con apariencia de soldados sacan pecho y miran al frente con los primeros rayos de luz del día. Parece que hasta les gusta. Sobre todo cuando no conocen otra cosa.

El asumir la superioridad absoluta del jefe llega a límites insospechados aquí. Por ejemplo, en un almuerzo cualquiera de empresa el patrón elige los platos, las bebidas y marca los tiempos; de vez en cuando grita y es el encargado de provocar los ‘gambeis’ que es la palabra que se utiliza para brindar. La enorme diferencia con los ‘salud’, ‘cheers’ , ‘santé’ radica en que ‘gambei’ significa literalmente ‘copa vacía’, o sea, hay que engullir completamente el contenido del vaso, nunca pleno de zumo… ¡y pobre del que no lo haga!

Si el jefe está de humor y con el bolsillo flojo puede haber veinte ‘gambeis’ que acabarán en tragedia festiva segura (karaoke) y si no está de ánimo bajarán los brindis pero ascenderán los gritos convirtiendo al salón de comidas en un espejismo de lo que debe ser un restaurante.

China va a organizar unas olimpiadas que es la máxima –y hoy por hoy la única– expresión de unión de los pueblos del mundo con un bagaje en experiencia algo escaso tras tanta actitud dictatorial. Yo por lo pronto me voy al ‘Carrefour’ a comprar algo en solidaridad con los hombres libres. Nunca fui a ninguno en España y aquí ya tengo hasta la tarjeta VIP. Todo sea por la libertad. Y de opinión.