AMRISTAR (INDIA).- Da igual la religión que se tenga, incluso si no se profesa ninguna, el Templo Dorado de los sijs, su monumento más sagrado, sobrecoge y conmueve hasta a los más escépticos, una unión perfecta entre belleza y misticismo. Pero es la hospitalidad y buen talante de los sijs, esos barbudos con turbante, lo que sin duda destaca por encima de todo. Y es que hablar con ellos, entender su religión y sus costumbres es toda una experiencia…¿quieres conocer todos sus secretos?, ¿había algo que no te hubieras atrevido a preguntarles?
El Templo Dorado, lugar de peregrinación de los sijs.
Lo creas o no, el sijismo, con 23 millones, es la quinta religión del mundo en número de seguidores, aproximadamente 19 de los cuales se concentran en el Punjab, un pequeño Estado en el noroeste de la India, en la frontera con Pakistán. Aun siendo uno de los más castigados en la partición británica de 1947, este Estado es hoy es uno de los más avanzados de la India, gracias sobre todo al carácter emprendedor de sus habitantes. Para algunos la religión también ha desempeñado un papel fundamental en su desarrollo.
El sijismo nace como contestación al sistema hindú de castas a finales del s. XV, e intenta aunar lo mejor del hinduismo e islamismo. Considera por iguales a todos los hombres, independientemente de su raza , sexo o religión y, sin duda, esa exaltación de la igualdad les ha permitido una mayor apertura al exterior y una modernización más rápida, lejos de los tabúes religiosos tan frecuentes en la India.
El Templo Dorado (en Amritsar) es el centro espiritual de los sijs, al cual intentarán peregrinar al menos una vez en la vida. Allí se purificarán bañándose en las aguas sagradas del estanque de Amrit Sarovar (la piscina del néctar de la inmortalidad).
Y es aquí donde me encuentro sentada, contemplando fascinada el ir y venir de coloridos turbantes y escuchando el canto ininterrumpido, a modo casi de lamento, de los sacerdotes que recitan el 'Guru Granth Sahib', el libro sagrado de los sijs… Pero mi paz no dura demasiado… a mi lado aparece un simpático sij, dispuesto, lo quiera o no, a hacerme compañía. Gusinderpal Singh (todos los sijs sustituyen su apellido por el de 'Singh', que significa león) tiene 19 años y está a punto de irse a estudiar a Australia. Se ofrece como guía ('gratis' me puntualiza, él no necesita el dinero, ya que su padre 'es rico', ¡qué suerte la de este chico!), y es así como empiezo a conocer un poco más a los sijs.
Un buen sij deberá observar las cinco 'Ks' como símbolo de aceptación y compromiso con el sijismo:
Un sij en el 'estanque del nectar de la inmortalidad', con la daga en el turbante.
Este código de conducta se basa en la existencia de una orden militar, la khalsa, especie de santos guerreros fundada para proteger el sijismo de sus enemigos, en especial de los ataques de los musulmanes.
Le pregunto a mi joven amigo si él lleva los cinco emblemas, pero no, únicamente el pelo largo y el brazalete. Y es que para las nuevas generaciones las costumbres sijs pueden llegar a representar una carga, "estoy deseando llegar a Australia para cortarme el pelo y dejar de llevar esto", me comenta Gusinderpal, apuntando hacia su turbante. "Pues a mí me parece que estás muy guapo", le digo. Está claro que en los próximos tiempos los sijs deberán enfrentarse al reto de mantener sus costumbres y rituales en una juventud con ansias de occidentalización.
Pero, afortunadamente y para mi deleite, hoy en día todavía es posible contemplar a los 'pure sijs', aquellos que portan los cinco elementos característicos y que suelen vestir de azul. Y sobre todo a los impresionantes 'Guardianes del Templo', encargados de hacer respetar las reglas dentro del santuario, empuñando su espada (sí, una de las de verdad) y exhibiendo su porte de antiguos guerreros. Os aseguro que no me gustaría encontrarme a ninguno de éstos en un callejón oscuro.
Lo confieso, tengo debilidad por los sijs, tan altos y guapos. Y, sobre todo, desde que vi en la película 'El paciente inglés' a aquel indio sij lavándose el pelo largo, larguísimo. Y es que ahí comprendí que los sijs deben de ser de los pocos hombres en el mundo que entienden lo difícil que es cuidarse el pelo. Debe ser genial poder compartir la mascarilla con tu pareja o ir juntos de compras de productos capilares: "Cariño, probamos el nuevo champú al aceite de jojoba? He oído decir que va muy bien para el pelo largo". Y la cosa no acaba ahí, porque luego viene la difícil tarea de ponerse el turbante de forma adecuada…
Uno de los guardianes del templo.
Porque la colocación del pelo dentro del turbante es todo un ritual que puede tardar desde los cinco hasta los 20 minutos, en los casos en que el cabello es muy largo (y un 'pure sij' nunca se lo corta en la vida). Primero, hay que colocar una tela normalmente de color negro, el keshi, para recoger el pelo y solamente después el turbante. Éste es una pieza de tela de unos siete metros que se coloca siguiendo una técnica especial y antiquísima que le da esa característica forma simétrica. El turbante fue originalmente un distintivo de realeza y poco a poco se fue transformando en un símbolo religioso. Hoy en día, el turbante es también un elemento de coquetería masculina.
"Todos los días son unos 15 minutos", comenta Amarjit Singh, que luce un llamativo turbante de color rosa chicle. Me cuenta que tiene unos 10 de diferentes colores y que le gusta combinarlos con la ropa. Se siente muy orgulloso de su colección y siempre que puede la amplia con alguna nueva adquisición. Al parecer esta temporada el color lila está teniendo mucho éxito.
Siempre había pensado que nadie podía ver el cabello de un sij, que era algo casi sagrado. Pero sólo se trababa de una leyenda urbana y Harpreet Kaur, una chica sij, me saca de mi error y entre risas me comenta que a ella le encanta acariciar el pelo de su prometido. A sus 21 años, Harpreet ya tiene fecha de boda. ¿Matrimonio por amor o arreglado por la familia? No, por amor, pero Harpreet admite que una vez que se case ya no gozará de la libertad que tiene ahora. De hecho, se sorprende de que yo esté casada y pueda viajar sin mi marido. Los sijs son ciertamente más avanzados que en el resto del país, pero, India es India…..
Por cierto, las mujeres sijs no están obligadas a llevar ni velo, ni turbante… tan sólo se les aconseja vestir con modestia. Es curioso, normalmente las religiones imponen más normas y restricciones a las mujeres, en el sijismo es justamente al contrario, es el hombre quien lleva todo el peso de las reglas y costumbres.
Termino mi visita en las cocinas donde un disciplinado ejército de hombres y mujeres prepara con consumada eficacia el chapati (pan) y el dahl (guiso de lentejas) que se ofrece de manera gratuita a más de 10.000 personas cada día. Además, es posible pernoctar en los gurudwaras, especie de dormitorios colectivos, sin pagar nada durante tres noches.¿Alguna muestra más de la generosidad y hospitalidad de los sijs? Pues muchas más, pero para eso tendrás que venir tú mismo y experimentarlas. Te aseguro que merecerá la pena.
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