Águila Ninja

En el Telediario (La 1) de mediodía ofrecieron una noticia de enorme trascendencia: TVE regala miles de plumas en diferentes ciudades españolas. ¿Promoción de una reposición de la gala del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria emitida el pasado sábado? ¿Promoción del estreno de la gala Drag Queen del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria que se emite esta misma noche (La 1)? La meca de la pluma... Pero no. El reparto de miles de livianas piezas córneas, imprescindibles para el vuelo de las aves, sirve para promocionar la llegada de una nueva serie ambientada "en el Siglo de Oro español". Lo pillan ¿no? El resto de la autopromoción / publicidad del informativo de la televisión pública resultó igual de imaginativa y surrealista: " 'Águila Roja', número uno... en Multiópticas".

Escena de Águila Roja.

"Por fin hemos hecho una serie de aventuras en España", advierte Javier Pons, director de TVE, en la presentación de 'Águila Roja'. En una frase tan breve, y aparentemente tan simple, el bueno de Pons comete dos errores. Primero, olvida que 'Curro Jiménez' ya cabalgaba, allá por la segunda mitad de los setenta, en la televisión pública. O que el año pasado las autonómicas estrenaron 'Dos de mayo', serie ubicada en plena guerra de la Independencia. En segundo lugar, Pons considera que TVE ha hecho una serie, cuando en realidad se la ha encargado a una productora privada.

Otro día hablaremos de la dependencia de TVE de las productoras privadas, y de los lazos que unen a directivos de unas y otras. Hoy la cosa va de plumas. Y de espadachines con habilidades ninjas. Ya saben, esos guerreros que mezclan las artes marciales con saltos dignos del Circo del Sol. Sigamos... Si les dijese que 'Águila Roja' es una serie española, y que con eso está dicho todo, lloverían los comentarios anónimos y despectivos de todos aquellos que viven de la ficción ibérica. Además, sería injusto: 'Águila Roja' tiene cosas buenas. La ambientación, por ejemplo. La iluminación, a veces. Los diálogos, en ocasiones. Los decorados, casi siempre. Y algunos planos nocturnos desde los tejados.

Primero convendría aclarar que 'Águila Roja' no es, como dijo Pons, una serie para toda la familia. Las series para toda la familia no terminan poco antes de la media noche cuando al día siguiente hay colegio y, sobre todo, no comienzan con Francis Lorenzo pasándole un barquito de papel por el culo a una señorita en pelotas. 'Águila Roja' cuenta la historia de un hombre, padre atormentado de día y justiciero enmascarado de noche, que busca a los asesinos de su mujer en la España del siglo XVII. A partir de este no demasiado original planteamiento inicial se desarrolla una ficción que reúne todos los elementos necesarios para triunfar: aventuras, amor, acción, intriga, venganza, humor... No le falta de nada. Pero no busquen aquí, amantes de la espada, la grandeza literaria de los Mosqueteros de Dumas o la densidad emocional artúrica. Ni un personaje tan redondo como el Zorro. Ni un actor del calibre del Mortensen de Alatriste. Ni siquiera la violencia desatada por la novia vengadora de 'Kill Bill'.

'Águila Roja' podría ser 'Águila Rosa' y, en ocasiones, incluso 'Águila Sosa', con sus tópicos medievales, sus malos malísimos y buenos buenísimos, su don Quijote y su Sancho Panza, sus escenas de acción un tanto forzadas. Acción de presupuesto medio, esa que busca la lentitud de Matrix pero debe conformarse con un efecto de sonido en el momento del mamporro. En el guión rechinan algunas palabras (mami, cogorza...) y frases ("les va a caer la del pulpo", "no hay tu tía", "antes de palmar"...), seguramente alejadas del castellano del Siglo de Oro. Pero no olvidemos que se trata de una serie de aventuras generalista, con espacio para el humor. No es una comedia, pero está salpicada de abundantes chistes, algunos incluso chuscos (sobre conejos, ya me entienden). Será un éxito.

P.D.

Deprimente retransmisión del primer partido de la Copa del Rey de baloncesto, en La 2 de TVE. Los mismos problemas de siempre. La publicidad, excesiva, condiciona la realización: cuando acaba el anuncio, ya se está jugando el partido. Y la realización, obsesionada con la publicidad y las repeticiones de las jugadas, no respeta la regla de oro del deporte televisado: el directo es sagrado. "¡Quiero más helados, helados que ilusionan, helados como la Copa del Rey, helados Kalise!", aullaba el comentarista en una insoportable mezcla de basket y publi.

Un motivo para no ver la televisión.

Scissormen.
Cd: Luck In A Hurry.
Vizztone Records.

Ted Drozdowski es un guitarrista blanco, patilludo y salvaje que sigue la tradición slide del Mississippi. Es decir, cuello de botella. Un tubo de cristal o de metal en un dedo de la mano izquierda se arrastra por el mástil de la guitarra produciendo un sonido unas veces fronterizo, otras pantanoso, siempre inquietante y sensual.

Scissormen tiene publicados un par de discos, el último 'Luck In A Hurry'. No es una grabación sencilla. No es el blues blanco apto para todos los públicos del último Clapton. Drozdowski es un músico de otro tiempo, de cuando los guitarristas tocaban a cambio de algo de comida y un trago. Auténtico.