Tranquilo ZP, Pep sabrá manejarlo mejor que tú

Alcanzar una meta tan elevada como la lograda por Guardiola provoca, tras experimentar la felicidad en estado puro, dudas sobre cómo sobrevivirá al éxito. "No se si podré estar mucho tiempo" le confesó anoche Pep a Zapatero. Por ahora el entrenador se ha mantenido más indemne que el presidente a la adulación. El ex-jugador aventaja a ZP porque ya sabe lo que es rozar el cielo y aterrizar de nuevo en el suelo.

Andreu Dalmau (EFE)

Y ahora ¿qué le queda a Pep Guardiola? Es la pregunta lógica tras la concatenación de victorias. Y no sólo deportivas, porque el entrenador ha conseguido, además de la admiración y el respeto de los rivales, que esa parte de la población a la que el fútbol no le interesa nada siguiera con sorprendente emoción un partido del Barça. Hasta mi madre, a la que jamás he visto presenciar un encuentro de fútbol, se sentía hoy orgullosa de Guardiola tras haberse tragado anoche la final "por curiosidad".

El éxito, esa quimera con la que cualquier humano fantasea, puede ser un arma de doble filo. No hace falta llegar al ejemplo clásico de Empédocles de Agrigento, el discípulo de Parménides que, tras triunfar como físico, médico, literato, político y predicador y ser considerado una especie de ídolo por sus contemporáneos, acabó tirándose al cráter del volcán Etna, incapaz de asumir la fama. Hay muchísimos casos de personajes devorados por la gloria. El psiquiatra y colaborador de soitu.es, Benito Peral, explica que "la denominada 'depresión del éxito' está más asociada al cambio que a los logros. Un ascenso en el trabajo, algo que se supone positivo, puede desencadenarla debido al aumento de responsabilidad y de exigencia que conlleva. Guardiola no es el caso. Ahora mismo está viviendo el presente más absoluto en un estado de felicidad extraordinario provocado por la confluencia del ideal del yo y el yo".

Claro que el éxtasis de la felicidad en estado puro no dura eternamente. Guardiola, que ganó 16 títulos como jugador con el mismo equipo al que entrena, también ha padecido el dolor de sentirse cuestionado públicamente cuando se le acusó de doparse en el 2001 estando en el Brescia. Seis años tuvieron que pasar hasta que la justicia despejó las sombras. El míster conoce el trayecto que conduce del cielo al infierno. Si no perdió la cabeza siendo un chaval no parece probable que con 38 años y el aprendizaje de los últimos años, se vaya a desestabilizar ahora. Aunque anoche le confesó a Zapatero "no se si podré estar mucho tiempo", tal y como el presidente contó en la SER: "Le he dicho: 'tres títulos a la primera es para los elegidos'. Y él me ha contestado 'desde luego, no se si podré estar mucho tiempo'. Yo creo que era la emoción del momento, y es que sufre mucho".

Más expuesto al peligro de rodearse de halagadores ha demostrado estar Zapatero que Guardiola. El joven político de León con ganas de comerse el mundo que acabó convertido en presidente de España, sólo ha vivido una cara de la moneda. Ha ido ascendiendo sin grandes frustraciones hasta que en su camino se cruzó la crisis. Quitarse de encima a Solbes, el ministro que le decía NO, fue la demostración pública de que a su lado sólo quedarían los que comulgasen con sus ideas. Encerrado en la burbuja del presidencialismo más recalcitrante, Zapatero tiene mucho que aprender de Guardiola.