La paradoja del Plan E es que, nacido para crear empleo, no deja trabajar a los comercios

Palma.-  Impotentes por no poder trabajar es como se sienten muchas de las personas al frente de un negocio y que han tenido que colgar el cartel de "cerrado" debido a los efectos ocasionados por la ejecución de las obras del plan E en Palma.

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Impotentes por no poder trabajar es como se sienten muchas de las personas al frente de un negocio y que han tenido que colgar el cartel de "cerrado" debido a los efectos ocasionados por la ejecución de las obras del plan E en Palma. EFE/Archivo

Es la otra cara de la moneda de una iniciativa que pretende reducir las tasas de paro.

En Baleares, el Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo ha generado 8.700 puestos de trabajo y, hasta el momento, el Gobierno central ha transferido 112,3 millones de euros a 66 municipios de las islas para realizar proyectos de mejora.

Paralelamente, las molestias que genera el plan van desde la ocupación de las calzadas y aceras por parte de contenedores, vallas y material de obra, hasta el cierre completo de algunas calles al tráfico durante días, semanas e incluso meses. Un enemigo con el que pocos pueden luchar y al que han acabado por rendirse.

Desde el inicio de plan, sumado a la crisis económica, los restaurantes, peluquerías y centros de estética que se ubican en las calles donde se desarrollan las obras han facturado un 20 por ciento menos en comparación al mismo periodo de 2008, según la patronal de la pequeña y mediana empresa PIMEM.

Otros, con menos suerte, no han podido convivir con sus nuevos vecinos: un equipo de operarios y maquinaria de obra que impide el paso de peatones e incluso la visibilidad de los rótulos de la compañía. Éstos se han visto obligados a echar el cierre hasta que acaben las obras, antes de continuar registrando pérdidas.

"No vemos qué beneficio obtendremos por el sacrificio que nos está costando", afirma el presidente del sector de Peluquería de PIMEM, Rafael Rubio.

La situación impide que puedan lanzar promociones, ofertas o paquetes que atraigan a más clientes, porque el local o bien apenas se ve o es complicado tanto acceder como aparcar para llegar hasta él.

"Tenemos miedo a perder la fidelidad de nuestras clientas", reconoce, ya que ve que las obras están provocando un "parón" generalizado de la actividad de los comercios de la zona, y "eso a la larga puede crear a un cambio de hábitos y que las clientas dejen de frecuentar el lugar".

La responsable del sector de Esteticistas, Emilia Pascual, explica que los clientes avisan "porque no podrán llegar, al tener que dar muchas vueltas con el coche", o, directamente, cancelan su cita.

En boca de su presidente en Pimem, Juan Cabrera, el sector de la Restauración manifiesta su enfado por lo que está sucediendo, y asevera que "están levantando aceras que estaban en buen estado para hacer carriles bici", e ironiza con que esperan ver "tantos ciclistas como en Holanda el año que viene".

"Es triste que hayan querido hacer estas obras en plena temporada turística, cuando, después del mal año que hemos tenido, ahora confiábamos en mejorar la recaudación", lamenta Cabrera, que calcula entre un 25 y 30 por ciento el número de locales que se están viendo perjudicados por las obras.

Para los taxistas, las molestias no son menores: "Los socavones, si los arreglan, lo deben hacer mal porque al cabo de un mes vuelven a estar igual", asegura el presidente del sector de PIMEM, Mateu Bordoy, para añadir que ya pagan "bastantes impuestos como para que las carreteras no estén como toca".

Con frecuencia, a los profesionales del taxi les resulta imposible dejar al cliente frente a su domicilio si en esa zona se están llevando a cabo trabajos, como es el caso de calle Blanquerna, Balmes, Eusebio Estada, 31 de Diciembre o Archiduque Luis Salvador, entre otras.

Bordoy cree que habría sido mejor "ejecutar las obras por zonas: primero acabar las que ya se han empezado y después iniciar otras, y no todas a la vez como se está haciendo" y exige más información sobre el tráfico.

Sin embargo, lo que ahora está siendo la peor pesadilla para muchos, otros lo ven como una grata recompensa en un futuro. Es el caso de la asociación de vecinos Bons Aires-Arxiduc: "Unos lo llevan mejor y otros peor, pero defendemos que son unas obras necesarias que mejorarán el barrio", asegura el presidente de la asociación, José María Mulet

"Evidentemente que nos molestan, pero no cambiar unas tuberías que tienen más de sesenta años sería, por nuestra parte, dejar una mala herencia a los próximos habitantes de estas zonas", añade.