Expo convierte la huerta más productiva de Zaragoza en moderna apuesta urbana

Zaragoza.-  La Exposición Internacional de Zaragoza de 2008 ha convertido la huerta del meandro de Ranillas, la más rica y productiva de Zaragoza y de la que hasta hace poco menos de cuatro años se cosechaban las mejores hortalizas, en la apuesta urbana más moderna de la ciudad.

Antes de experimentar una de las más profundas transformaciones urbanísticas que se conocen en la ciudad, el meandro de Ranillas era un pedazo de tierra abrazado por el Ebro, un conglomerado de sotos, mejanas y huertas en el que, asegura a Efe uno de los agricultores que vendieron sus suelos para construir la Expo, se criaban lechugas, alcachofas, acelgas, espinacas o coles de "primerísima calidad".

Este hortelano de toda la vida, que ya tuvo que abandonar hace muchos años y "casi a punta de pistola" unas tierras en la zona donde ahora se levanta el Actur, explica, como en un cuento, que en el meandro hay un microclima favorecido por la calima nocturna y la niebla que protege a las hortalizas de las heladas.

Así, cuando al arquitecto Carlos Miret se le ocurrió la idea de proponer la celebración de una Exposición Internacional que coincidiera con el segundo centenario de Los Sitios de Zaragoza y que ésta versara sobre el agua, no se le ocurrió pensar un lugar más idóneo que éste, porque está junto al río que se pretendía homenajear.

Con la intención desde el principio de que la Expo se convirtiera en un "catalizador" para la renovación urbana, se apostó por convertir a Ranillas en un nuevo espacio central en la ciudad, porque su transformación trasciende todo el entorno y porque contribuye a la integración de los barrios ribereños y a la recuperación de las riberas.

Todo ello ante las críticas de los grupos conservacionistas. Una portavoz de Ecologistas en Acción explica a Efe que se trata de un terreno excepcional, delicado, productivo y, por ende, bastante "inadecuado" para desarrollar una propuesta urbanística del tipo de una Exposición Internacional.

La mayoría de la propiedad del meandro era privada, y estaba en manos de muchas personas. Los contactos para adquirirlos comenzaron en octubre de 2001, al poco tiempo de gestarse la idea de la Expo, y ante unos precios que entonces se consideraron "irracionales" incluso se habló de expropiar.

En diciembre de 2003 el Ayuntamiento de Zaragoza y los propietarios llegaron a un acuerdo sobre un preacuerdo de compra. En julio de 2004 se firmó la ultima opción de compra, completando así 105 expedientes para 106 hectáreas y un coste de 70 millones de euros.

Y entonces el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con Ibercaja por el que la entidad de ahorro aportaba el dinero para comprar los terrenos. Después cedió un millón de metros cuadrados al Consistorio, por los que había abonado más de 66 millones de euros, a cambio de los derechos urbanísticos para construir casi 2.000 viviendas protegidas.

Todo para que Zaragoza acudiera a la reunión de la Oficina Internacional de Exposiciones de diciembre de 2004 en París con la posesión del suelo, lo que indudablemente favoreció la decisión final para que la capital aragonesa se convirtiera en sede de la Expo.

La primera piedra de las obras en este emblemático espacio se colocó el 17 de diciembre de 2005, como un símbolo de hacia donde iba a ir la expansión urbanística de la ciudad a partir de entonces. Y haciendo, además, que la ciudad se pusiera en paz con su río, al que hasta ahora había sido un poco indiferente.

El 15 de septiembre de este año, cuando se apaguen las luces de la Expo, y ya no haya fuegos artificiales y cierren definitivamente las tres puertas, volverá a entrar la piqueta en esta antigua huerta para remodelar los edificios y su entorno con el fin de convertir el meandro de Ranillas en uno de los más modernos parques empresariales de Europa.

Se cumplirá entonces el objetivo que siempre marcó la intervención en esta huerta: la reutilización y aprovechamiento sostenible de un proyecto dimensionado desde sus orígenes, según han defendido siempre sus promotores.