Aragón se abre al mundo, orgullosa y dinámica, como un territorio de futuro

Zaragoza.-  Un pabellón con un sorprendente interior y un exterior trenzado con paneles de hormigón y con láminas de vidrio, que simula una enorme cesta de mimbre, es cómo Aragón se presenta al mundo en la Expo, una comunidad que se quiere mostrar, dinámica y orgullosa, con el lema "Agua y futuro".

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(EFE)

Vista del interior del pabellón de Aragón de la Expo de Zaragoza.

Ese espectacular edificio, con una arquitectura imposible por su enorme dificultad, ha sido diseñado por el estudio aragonés de Daniel Olano y Alberto Mendo, que aspiraron a convertirlo en uno de los más singulares de la Expo con el objetivo de demostrar que en Aragón, comunidad "anfitriona", las cosas se hacen cada vez mejor y con más envergadura.

Voluntad, confianza, ambición, apoyo social, autoestima, esperanza y orgullo son algunas de las expresiones usadas por los responsables autonómicos a la hora de definir lo que este pabellón quiere lograr en los ciudadanos de una Comunidad tradicionalmente pesimista y que ahora se enfrenta a un evento sin precedentes.

La tarjeta de presentación de Aragón en la Expo tiene 2.500 metros cuadrados y 25 metros de altura y se suspende en el aire sobre tres enormes pilares con el objetivo de dejar libre, debajo, un gran palenque o plaza abierta que ejemplifica la vocación de punto de encuentro del pabellón.

Un sistema especial pulveriza agua en el entorno del edificio para conseguir un microclima y rebajar la temperatura ambiental hasta cinco grados, algo que probablemente agradecerán los visitantes ante el rigor del verano zaragozano, aunque este año esté tardando en llegar.

Una de las principales señas de identidad del edificio es la terraza de la azotea, desde la que se disfruta de una espectacular vista del recinto de la Expo y de casi toda la ciudad, con absoluto protagonismo del cauce del Ebro. La terraza se destina principalmente al ocio nocturno.

Durante el día, de ella sobresalen las estructuras de colores que dan armazón al pabellón, pero por la noche estas columnas quedan ocultas por diecisiete hinchables, iluminados, de gran tamaño, con forma de borraja, melocotón, albaricoque, alcachofa, manzana, pero, cereza, uva, cebolla y tomate. Una representación de la rica huerta aragonesa en la cúspide de una gran cesta de mimbre.

Por dentro, el pabellón ofrece a los visitantes una visión sobre la histórica relación de Aragón con el agua, además de mostrar, de forma fidedigna, su propia identidad.

La segunda planta, en la que se empieza la visita, está íntegramente dedicada a las 33 comarcas aragonesas agrupadas en cinco áreas naturales: Pirineo, Somontano pirenaico, Depresión del Ebro, Piedemonte Ibérico y Cordillera Ibérica.

Preparado y ya empapado de la realidad aragonesa, el visitante se encamina entonces a la primera planta y se enfrenta a una de las grandes sorpresas: la sinfonía audiovisual ideada por Boris Micka y realizada de forma impecable por Carlos Saura, con partitura de Roque Baños.

Imágenes aéreas de los Monegros, los Mallos de Riglos, los ríos y cascadas pirenaicos se funden durante quince minutos con la jota reinventada de Miguel Ángel Berna y el romper la hora de Calanda y se proyectan en ocho pantallas gigantes de 84 metros cuadrados, aunque también se reflejan en los prismas que sustentan la estructura del pabellón, cubiertos de láminas reflectantes.

Aragón, en su más pura esencia, envolverá al visitante por los cuatro costados.

El llamado Río de la Cultura, de cien metros de longitud, recorre el espacio entre cantos rodados y produce cinco ibones -embalses pirenaicos- sobre los que también se proyectan imágenes.